La secuencia del genoma del SARS-CoV-2 permite identificar el origen de la enfermedad y su evolución en el tiempo.
La secuenciación genómica del virus SARS-CoV-2 se ha establecido desde el inicio de la pandemia como una de las herramientas fundamentales para hacer frente al coronavirus, controlar su propagación y poner en marcha tratamientos, como las vacunas, con el objetivo de disminuir los índices de mortalidad y contagios en los distintos países del mundo afectados por el patógeno.
“La secuenciación genómica es un proceso que determina el orden o la secuencia de los genes presentes en el genoma de un ser vivo para identificar diferencias al compararlo con un ADN de referencia”, así lo explica la doctora Catherine Díaz, médico genetista, jefa de la Unidad de Genética del Hospital Roberto del Río, docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y asesora médico de Mi ADN.
De acuerdo, a la especialista, la secuenciación del genoma tiene múltiples usos. Por ejemplo, en los seres humanos permite diagnosticar enfermedades genéticas y con ello establecer tratamientos y pronósticos; conocer cómo reaccionan o se metabolizan ciertos medicamentos; indagar los riesgos de transmitir una enfermedad a la descendencia; descubrir genes candidatos para enfermedades sin diagnóstico, entre otros.
Tras el hallazgo del SARS-CoV-2 en Wuhan, China -país donde apareció por primera vez el virus- y con su llegada al resto de los países del mundo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha dedicado no solo a emanar protocolos necesarios para su control y prevención; también ha sumado esfuerzos en hacer seguimiento a las distintas variantes que se han venido descubriendo entre el año 2020 y lo que va de 2021.
Justamente por la aparición nuevas variantes del virus original, como, por ejemplo, la Alfa (B.1.1.7), Beta (B.1.351), Gamma (P.1), Épsilon (B.1.427), Épsilon (B.1.429) y, la más reciente, que es la Delta (B.1.617.2), es que la OMS ha insistido en los estudios y seguimiento de la secuenciación genómica del virus, pues es un instrumento que, como se mencionó anteriormente, permite a la comunidad médica y científica dar nuevas respuestas a cómo actúa y cómo evoluciona el COVID-19.
“Una de las mejores formas de conocer un organismo es secuenciando su genoma. En el caso del SARS-CoV-2 identificar su genoma nos permite conocer cómo origina la enfermedad del COVID-19, su evolución con el tiempo y, además, desarrollar estrategias terapéuticas para hacerle frente, como las vacunas”, señala la doctora Díaz.
La genetista de Mi ADN apunta, de igual manera, que el secuenciar el genoma del coronavirus “representa una herramienta de gran utilidad para fortalecer la vigilancia epidemiológica y la adopción acertada de decisiones en salud pública para controlar este virus y los demás agentes infecciosos que circulan. Cuanto más secuenciamos, más aprendemos”.
Finalmente, destaca que gracias a la secuenciación genómica del virus se han hallado nuevas variantes, pero también se ha permitido “establecer, por ejemplo, si existe alguna más agresiva en términos de contagio. La identificación y descripción de estas nuevas variantes es algo fundamental para desarrollar nuevas herramientas que mejoren el manejo de la enfermedad”.